- ¡Quiero volar!—dijo el erizo Pascasio mirando al cielo pensativo; y los pájaros que lo escuchaban se quedaron mirándolo pensativos también; nunca habían pensado que alguien pudiera envidiarles por hacer algo que para ellos era tan natural.
- Si los pájaros vuelan más alá de las nubes, ¿por qué no puedo volar yo?
- Si los pájaros vuelan más allá del arco iris, ¿por qué no puedo volar yo?
- Si los pájaros vuelan más alto que las montañas, ¿por qué no puedo volar yo?
- ¡Pero los erizos no vuelan! - le dijeron las palomas intentando que entrara en razón, sin éxito alguno.
- ¡Los erizos no vuelan! Pascasio es inteligente, ¿por qué se pone tan tozudo? - dijeron los milanos.
Los pájaros viendo que el erizo deseaba tanto volar hicieron una reunión.
- Pascasio es un buen erizo y siempre que hemos necesitado su ayuda nos la ha prestado de buena gana; debemos ayudarlo a lograr su sueño - dijeron los gorriones; y, en eso, todos estuvieron de acuerdo.
- Podemos agarrarlo entre varios de nosotros y subirlo al cielo - dijeron los vencejos.
- ¡Demasiado peligroso! - dijeron las aves rapaces,- ¡nos pinchará con sus púas!
Quedaron pensativos pensando qué hacer para ayudar al erizo.
-¡Ya sé!, - dijo de repente un loro - cada uno de nosotros le daremos una pluma y se la pegaremos al cuerpo para que pueda volar.
Y así lo hicieron: gorriones, canarios, jilgueros, petirrojos, herrerillos, cotorras, verderones, milanos y todas las aves del bosque se arrancaron una pluma, y se la dieron al erizo para que se hiciera unas alas y pudiera volar.
Se pegó una por cada púa, y cuando Pascasio más parecía un pájaro, muy extraño, eso sí, que un erizo, se puso muy contento y cogiendo carrerilla se impulsó para alzar el vuelo a la orilla de un barranco.
Catapum, pum, pum, pum, chop, chop... todos lo vieron caer y rodar por la cuesta hasta el río.
- ¡Ohhhhhh! - gritaron todos angustiados.
- ¡Solo ha sido un pequeño accidente! - dijo Pascasio, sacudiéndose las hiedras enredadas entre las plumas y las púas empapadas.
- Voy a seguir luchando por lo que quiero. ¡Quiero volaaar!
Y de nuevo cogió carrerilla y se lanzó por el barranco.
Catapum, pum, pum, pum, pam, pam, cataplam, chop, chop... de nuevo lo vieron caer rodando hecho una bola.
- ¡Ohhhhhh! ¡Ohhhhhh! - gritaron, pensando que se había roto la cabeza. - ¡Solo ha sido un pequeño accidente! - dijo Pascasio, recogiendo las plumas que se habían despegado en la caída y flotaban en el río.
- Voy a seguir luchando por lo que quiero. ¡Quiero volaaar!
Todos se echaron las patas a la cabeza cuando vieron a Pascasio corriendo de nuevo hacia el barranco.
El erizo movió las plumas con todas sus fuerzas al iniciar el salto, y luego se quedó quieto y empezó a planear sobre el río.
- ¡Ohhhhhh! ¡Ohhhhhhhh! - gritaron todos asombrados cuando lo vieron volar. Se mantuvo unos minutos en el cielo, vapuleado por una ráfaga de aire y, de repente, cayó sobre el río de cabeza.
Catapum, pum, cataplam, chas, chas, chas, chas, chop, chop...
- ¡Ohhhhhhhhhh! ¡Ayyyyyyyyy! ¡Ohhhhhhhhhhhhhh! - gritaron, pensando que se había matado.
Pascasio salió del río: empapado, dolorido, sin plumas, con las puúas rotas, pero con una gran sonrisa; por fin habia logrado su sueño; había volado.
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